Dos viernes estuve en silencio. Tuve que tomar valor para ver el el documental de Las tres muertes de Marisela Escobedo; tenía ya entradas programadas, pero me parecía faltarle la memoria, pecar de omisión, a Marisela Escobedo al hablar de otra cosa que no fuera ella, y de omisión ya había tenido bastante.
Tenía miedo. Yo sabía que sentarme a enfrentar esta realidad sería difícil; esto es lo que pasa cuando normalizamos la violencia, diariamente compartimos fotos, nombres, boletines, noticias, de mujeres desaparecidas, asesinadas, violentadas, pero las mantenemos lejos, hemos creado una barrera para que no nos toque en lo más íntimo, porque tenemos miedo.
No me parece condenable, el autocuidado también es preservar la salud mental, no dejarnos abatir por el terror que significa, en muchas veces, ser mujer. Por eso le huía a Marisela, porque sabía que me iba a hablar de frente, porque me iba a doler en lo profundo y me iba a recordar, que aunque la sienta lejana, la muerte me respira detrás de la nuca.
Yo sabía de Marisela y de Rubí, incluso en alguna ocasión caminé frente al lugar donde la mataron, leí su nombre en la placa que está frente a Palacio de Gobierno; la cicatriz de la herida profunda, en medio de una cuadra afrancesada, una cuadra que se creía histórica por ser antigua, pero se volvió histórica por ser resistencia.
Me retracto, yo no sabía de Marisela y Rubí, yo escuché de ellas, nada más. Pero este fin de semana conocí su historia. Este documental es la crónica de un Estado Roto, de un Estado Fallido, que trabaja para todos, menos para nosotras, nunca para nosotras.
Sigo incrédula, no puedo entender que se halla absuelto al asesino de Rubí, incluso con su confesión, incluso cuando dijo dónde estaba el cuerpo, incluso cuando, efectivamente, ahí encontraron los restos. Me parece hollywoodesco todo lo que se muestra en el documental, la madre encontrando al asesino de su hija una y otra vez, haciendo el trabajo del Estado, y aún así sin tener respuesta.
Me da pavor el hecho de que esto no es el retrato del Estado Fallido de Chihuahua o Zacatecas, sino de México, del mundo; para nosotras la justicia no existe, para nosotras sólo queda ser asesinada y que nuestra madre busque por cientos de fosas nuestro cuerpo, para nosotras sólo queda ser, a veces, una bolsa negra a un lado del camino, es espera de que alguien nos reconozca, ya no se diga el tener justicia.
Marisela dijo que ojalá Rubí fuera la última asesinada, me gustaría pensar que Marisela fue la última madre que tuvo que pasar por este calvario; pero no lo es. Sin embargo, tengo fe, porque sé que mis hermanas no se van a cansar hasta obtener justicia, hasta derrumbar este sistema al que no le importamos. Tampoco soy ingenua. Sé que, probablemente, moriré sin ver los resultados, queda mucho por hacer, vivimos, además, un pico de violencia, pero creo que, en algún momento, las cosas van a cambiar. Tenemos que aferrarnos a esa esperanza.
Las Tres Muertes de Marisela Escobedo es un documental incómodo de ver, cómo lo es incómodo de vivir; es emotivo, por obvias razones; razón de enojo e impotencia; real. Es un mapa de la sociedad que no nos escucha, es la monografía de los hombres en el poder que nos silencian cuando exigimos ejerzan sus puestos.
Pero es esperanzador de alguna forma. Este documental nos debería recordar por qué luchamos, por qué resistimos, por qué estamos aquí. Más allá de las peleas absurdas, que vienen de teorías incomprendidas, de hermenéuticas fuera de realidad; estamos aquí por la justicia, porque ni una más de nuestras hermanas sea asesinada, violada, ultrajada, por nuestra libertad. Por Rubí, por Ingrid, por Marichy, Fátima, San Juana.
La violencia de todos los días, debe funcionar como gasolina que empuje nuestra causa, hasta que se agote todo, menos nosotras, como escribió la compañera Vivir Quintana:
Que tiemble el Estado, los cielos, las calles;
que teman los jueces y los judiciales […]
cantamos sin miedo, pedimos justicia, gritamos por cada desaparecida;
que retumbe fuerte “Nos queremos vivas” ,
que caiga con fuerza el feminicida.
-Alice G.
[Esta entrada fue originalmente escrita en octubre de 2020]