Viaje a lo menos de realidad de la mano de Angélica Gorodischer

La ciencia ficción nos ha dado grandes historias sobre futuros posibles, mundos lejanos y misterios escondidos. Desde viajes por el tiempo, hasta el descubrimiento de una raza extraterrestre que nos observa con fines desconocidos, la ciencia ficción nos lleva por caminos que desafían el mundo de lo real y lo llevan a una propuesta que bien podría caber en un futuro no muy lejano. Y es este el terreno en el que se desenvolvió Angélica Gorodischer, escritora argentina que se destacó en este género no sólo en su país, sino en todo Latinoamérica. Sus obras más destacadas han sido aquellas con temática ciencia ficcional, por lo tanto, no está de más darle una mirada a su obra, y ver qué clase de propuesta trajo a la literatura tanto argentina como latinoamericana.

La escritora confiesa que el cuento le atrae más que la novela, por lo tanto, en su obra encontraremos muchos de los primeros. Sin duda, el cuento no es fácil de crear, tiene un encanto de brevedad, pero también un halo de profundidad que no se logra de la noche a la mañana. Trafalgar es el nombre del libro del que trataremos hoy. Este libro es una compilación de cuentos que cuenta las aventuras de Trafalgar Medrano, un hombre dedicado al comercio, con una gran fortuna, que le encanta hacer trabajo de campo, y es tal su ansia de vender, que se mueve por mundos lejanos para llevar lo que a aquellas especies les haga falta. El personaje principal nos lo presenta bajo la mirada de sus colegas y amigos: aparentemente es un hombre sencillo que gusta del buen café y de tomarse el tiempo que sea necesario para contar sus historias a detalle. Esta característica quizá no se muestre de manera arbitraria, pues sabemos que antes de que la narración escrita hiciera su gran aparición, la narración oral fue la pionera, y eso es precisamente lo que Trafalgar es, un narrador excelente que sumerge en la escena y los personajes; alguien que observa y luego cuenta.

Para la escritora, la narración oral constituye las bases de su relación con la literatura y posteriormente con la escritura, en una entrevista habla acerca de ello y menciona que es su madre (quien, por cierto, escribía poesía) la que la inicia en el mundo de los relatos contándole historias que ella misma inventaba. “No me contaba esas pavadas de Cenicienta o de Caperucita. Ella inventaba los cuentos que me contaba. Y además, me daba lugar a mí. […] Eran cuentos maravillosos, porque siempre pasaban muchas cosas y eran todos distintos. Ella, incluso, se olvidaba de lo que me había contado y me contaba otras aventuras cada vez que me contaba un cuento. Ese fue mi primer contacto con la literatura oral.”[1] Ya desde niña se le vio incitada al desdoblamiento de la imaginación y sobre todo, a armar relatos, a estructurar las ideas, a tomar lo menos de la realidad y lo más de la espontaneidad de lo imaginado.

Y ya mencionado el término espontaneidad, es ésta otra de las características que forma parte de la obra de Angélica Gorodischer, y es este aspecto, lo que le da a su obra cierto aire fresco y naturalidad a las narraciones, ya que todo parece ser relatado como si la palabra lograra abarcar todo el movimiento de las imágenes que proporciona; el ambiente es capaz de envolver al lector de inmediato. Este efecto lo bien logra gracias al uso de diálogos, que proporcionan la sensación de fluidez y de vivencialidad.  Como se había mencionado, Trafalgar es una sucesión de relatos que comparten un mismo protagonista, y aunque cada cuento sea independiente de los demás, se retroalimentan entre ellos, en alguno habrá una historia clave para comprender mejor la historia de otro cuento. Es la misma autora quien aconseja se lean los cuentos en orden para una mayor comprensión.

Las obras de Angélica Gorodischer se ven llenas de historias increíbles, que no sólo desafían el orden natural del mundo, sino también de orden social. En los cuentos se puede ver cómo se hace posible la convivencia entre las personas de este planeta con otras y cómo la concepción de lo que es ser humano se ve puesto en duda. Lo mismo sucede con los roles de género. En el primer cuento llamado “A la luz de la casta luna electrónica”, el protagonista cuenta su aventura en Veroboar, un planeta que, en palabras de Trafalgar, es un «aristomatriarcado» y agrega “Ellas solas tienen en un puño a todo Veroboar. Y qué puño. No podes ni estornudar sin su permiso”. Nos muestra mundos diversos que, de una forma u otra, desafían el nuestro en los diferentes órdenes: social, económico, político, etc. Acá un ejemplo más de esto dentro del mismo cuento: “¿Te conté alguna vez que en Drenekuta V viajan en carros tirados por bueyes pero tienen televisión en relieve y unos cubículos de aire comprimido que te afeitan, te hacen peeling, te masajean, te maquillan porque en Drenekuta los hombres se maquillan y se enrulan el pelo y se pintan las uñas, y te visten en siete segundos?”.

Esta escritora llegó a codearse con la escritora estadounidense, también encaminada en el terreno de la ciencia ficción, Úrsula Le Guin, quien tradujo algunos cuentos de Gorodischer. Una retroalimentación que trae, para nuestro goce interno, una literatura que expande las visiones, y que, además, unifica en la diversidad. La escritora argentina merece alguno de sus títulos sobre tu librero, o algunos megabytes de memoria en tu computadora, no te arrepentirás de adentrar en un viaje a lugares desconocidos guiada por Angélica Gorodischer.

Buganvilia ácida