Cecilia Payne y Rachel Carson: Lo que la ciencia nunca pudo silenciar

La oscuridad más falsa que existe es la del cielo nocturno, es deshonesto comparar las noches sin luna con la boca de un lobo. Es una oscuridad desgastada, rota, por la que se asoman luces que, de acercarse, son insoportables. En cambio, la claridad del día es descarada y su existencia es quizá lo único que se puede dar por hecho en el mundo. Oscuridad y luz, la dualidad necesaria para que la vida mantenga su equilibrio y los seres que conocemos subsistan con el medio.

Los misterios del cielo y de la Tierra, han pasado de las voces de los sabios al saber general. Es debido a un proceso histórico, de cambios, experimentos y errores que aseguramos que “sabemos”. Es por eso que, en este texto, retomo a dos científicas de ramas distintas para que acá, en otra área del conocimiento, también quede constancia de ellas. Ellas son, la astrónoma Cecilia Payne y la naturalista Rachel Carson.

Los motivos de la elección son en parte arbitrarios, en parte casuales. La astronomía me ha saltado a la vista de vez en cuando, con años de separación;  en cuanto al naturalismo/ecologismo y demás, se han convertido en parte inherente del proceder cotidiano. ¿Por qué Payne? ¿Por qué Carson? Porque encontraron conocimiento indispensable en sus áreas, el suficiente, incluso, para incomodar.

Composición estelar

Cecilia Payne nació en Inglaterra en 1900. Estudió Física y Química en la Universidad de Cambridge, en un tiempo en el que las mujeres podían aspirar a tomar clases sin que éstas se validaran con un título. Digamos que, en este caso, el “poder oculto del conocimiento” no era exponencialmente mayor al que sí tenía reconocimiento.

Decidida a que lo suyo era la astronomía, se muda a “la tierra del progreso”, Estados Unidos. Llegó en 1923 al Observatorio de Harvard College, donde fungió como “computadora”, es decir que estudió fotografías de estrellas.

Gracias a sus conocimientos previos en Física cuántica, durante sus estudios de doctorado tuvo un descubrimiento que cambiaría la percepción que se tiene del cielo nocturno. Concluyó que las estrellas se componen de hidrógeno y helio, no de los mismos elementos que la atmósfera.

Como era de esperarse, no sólo en ese tiempo, sino en cualquiera en el que una mujer desmiente las hipótesis de sus colegas hombres, su tesis fue debatida e incluso invisibilizada. En algún momento, los descubrimientos científicos encausaron a la verdad, no hubo cabida para la duda, la propuesta de Payne resultó cierta.

Además del registro histórico de una astrónoma que cambió los paradigmas de su área de estudio, queda para los simples mortales el acceso a su tesis doctoral a través del libro Stellar Atmospheres.

De la literatura al mar

Rachel Carson nació en 1907 en Pensilvania, Estados Unidos. Sintió el llamado de la literatura desde niña, por lo que pronto se consagró como una amante de la lectura y potencial escritora. Fue esta pasión la que la llevó a estudiar Literatura inglesa.

La transición de la literatura a la Biología fue por elección, aunque le apasionaba la literatura su vocación estaba en la ciencia. Al finalizar esa etapa continuó sus estudios en Zoología y Genética. Una serie de casualidades la lanzó a la Administración de Pesca y Vida Salvaje.

Es interesante cómo el llamado de la literatura se vio eclipsado por la ciencia, mas no superado. Sus habilidades en ambas áreas le permitieron escribir libros que contribuirían a la formación del ecologismo moderno y las leyes para mediarlo.

Silent Spring es la obra con la que escribió su nombre en la historia. En el momento de su publicación cuestionó la manera en la que la industria actuaba sin considerar el medio ambiente y en cómo las grandes corporaciones visualizaban sus propios intereses sin contemplar los daños a corto, mediano y largo plazo.

Como todos sabemos, las personas que alzan su voz resultan peligrosas, de ahí que varios miembros de la élite industrial quisieran desaparecerla. Afortunadamente los argumentos de Carson fueron tales como para sobrevivir a las amenazas y seguir proponiendo soluciones para un planeta mejor.

Con base en la información propongo un ejercicio ucrónico, de no ser por Rachel Carson, ¿qué sería del mundo actual? ¿Existirían los grupos de protección ambiental tal y como los conocemos? ¿Las naciones elaborarían leyes para el cuidado del medio ambiente?

Es inspirador saber que en todos los campos del conocimiento hubo, hay y habrá mujeres que nos dedicamos a lo que queremos y contribuimos en la formación de la historia. Nunca me cansaré de buscar en cada biografía los indicios de una cultura que ha intentado silenciarnos y que al final ha reconocido que sin nuestras aportaciones gran parte de la verdad estaría velada.

Vainilla

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